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Para los que mueren en esa condición, Dios tuvo que ha– cer el infierno. 2.-EXISTENCIA Y ETERNIDAD DEL INFIERNO La existencia del infierno es un dogma de la fe cristiana, expresa– mente definido en varios concilios como el IV de Letrán y el II de Lión. La Sagrada Escritura reiteradamente afirma el destino desgraciado que espera a los enemigos de Dios (Mt 25, 41; Jud 11-13'). Jesucristo exhorta a preferir sacarnos los ojos o cortarnos los brazos en esta vida, antes de exponernos a ser arrojados en el fuego inextinguible (Mt 5, 27-30). San Juan, en el Apocalipsis, describe así el castigo de los pecadores: El que adore la bestia o se haga servidor del dia– blo «beberá el vino del furor de Dios ... y será atormentado con el fuego y el azufre... y el humo de su tormento subira por los siglos de los siglos, y no tendrá reposo día y noche» (Ap 14, 9-11). La eternidad del infierno está expresamente atestiguada por Jesu– cristo, que termina así la descripción del juicio final: «E irán estos (los de la izquierda) al suplicio eterno y los justos a la vida eterna» (Mt 25, 46). Esto significa que el infierno será tan eterno como el cielo. San Pablo dice sencillamente que «los injustos no posee– rán el reino de Dios» (1 Co 6, 9), excluyendo así toda espe– ranza. Los mismos extremos a que llegaron los padecimientos de Cristo para librarnos de nuestros pecados sólo son explicables frente a la terrible posibilidad de condenarnos para siempre. La seriedad moral de nuestras decisiones libres radica igualmente en la eternidad de sus consecuencias. 3.-PENA DE DAl\fO Y DE SENTIDO La pena eterna del infierno tiene dos aspectos que se suelen designar con las expresiones de «rpena de daño» y «pem\ de sentido». - La pena de daño consiste en la privación de Dios, en cuanto que es el fin último y el bien supremo del hombre. Será el mayor tormento por ser la privación del mayor bien. La terrible frase de Cristo «¡no os conozco!» (Mt 25, 12; 7, 23), dirigida a los pecadores, es la expresión de la condenación más es– pantosa. - La pena de sentido consistirá principalmente en el tormento del fue– go inextinguible que abrasará el alma, y después de la resurrección, también el cuerpo. 202
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