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- Caos de la naturaleza: «El sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor, y los astros irán cayendo del cielo, tambaleándose las fuerzas celestes (Me 13, 24, 25). 6.-EL JUICIO UNIVERSAL Y RAZONES DEL MISMO Juicio universal es el que realizárá Cristo en su segunda venida al fin del mundo. «Cuando venga el Hijo del hombre en su gloria y todos los ángeles con El, entonces se sentará en el trono de su ma– jestad y serán congregadas en su presencia las gentes y las separará unas de otras, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Y colocará las ovejas a su derecha y los cabri– tos a la izquierda» (Mt 25, 31-33). Este juicio universal no cambiará la sentencia del juicio particular dada para cada hombre. A pesar de ello, tiene su razón de ser: - Será la ratificación pública de la sentencia particular, poniendo de manifiesto ante todos, quiénes tuvieron razón y quiénes no tuvieron razón en la vida. - Todas las injusticias humanas que se cometieron al amparo de una falsa justicia, todos los manejos sucios de los hombres que parecían buenos, y todas las obras buenas de los que eran despreciados, ca– lumniados y perseguidos en esta vida: todo esto lo pondrá Cristo al descubierto, haciendo que su Verdad quede eternamente triunfante. - Y sobre todo, será una glorificación pública de Cristo frente a los mismos que públicamente le vilipendiaron. 7.-LA RESURRECCION DE LOS MUERTOS Y LAS CUALIDADES DE LOS CUERPOS GLORIOSOS El dogma cristiano de la res.urrección de los muertos significa que to– dos los hombres resucitaremos al fin del mundo, volviendo nuestras almas a unirse con el cuerpo antiguo, que se levantará del polvo. Con la resurrección de los hombres se verifica la victoria plena de Cristo sobre el pecado y la muerte, pues restituye a la humanidad a su primitivo estado de inmortalidad. «Cuando este ser corruptible se revista de incorruptibi– lidad y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: La muerte ha sido sorbida por la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria?» (1 Co 15, 54-55). No podía ocurrir de otra manera en una humanidad redimida, cuya 198
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