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Dios pudo haberse revelado a cada hombre sin emplear ningún intermedio. Pero no lo hace así. Ha querido servirse de una sociedad-la Iglesia-, a quien confió la tarea d.e pre– dicar el mensaje de Cristo, haciendo llegar la revelación a todos los hombres. Además, Dios inspiró a los autores sagra– dos y dejó así por escrito en la Biblia su propia palabra. «Manteneos, pues, hermanos, firmes, y guardad las enseñanzas que recibisteis, ya de palabra ya por nuestra carta» (1 Tes 2, 15). Las fuen– tes de la revelación son dos: - La Tradición divina, o conjunto de verdades que la Iglesia sigue predicando desde los apóstoles por encargo de Cristo. - La Sagrada Esc,;itura: libros escritos bajo la inspira– ción de Dios por los encargados de transmitir la revelación, que toma así también una forma escrita. La Biblia en manos y en boca de la Iglesia: He aquí la auténtica revelación de Dios

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