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El sacrificio significa un esfuerzo del hombre por superar la dis– tancia que le separa de Dios, distancia que se acentúa por la culpabili– dad del hombre pecador. Cristo nos redimió con su sacrificio en la Cruz, haciendo descender hasta nosotros la misericordia paternal de Dios. Por el sacrificio de Cristo, realizado una vez para siem– pre (cfr. Heb 9, 26), quedan anulados los demás sacrificios. Pero es conveniente que el único sacrificio de Cristo se haga presente a todos los cristianos para practicar por su medio la virtud de la religión. Esto se verifica en la celebración de 1~ Eucaristía de un modo sacramental y misterioso. 2.-LOS FINES DE LA MISA La Misa, por ser la presencia del sacrificio de la Cruz entre nosotros, tiene también su misma finalidad. Tiene, pues, un fin latréutico, eucarístico, propiciatorio e impe– tratorio. Estos aspectos del sacrificio eucarístico se hallan expresados en: las palabras litúrgicas de la celebración: - Fin latréutico, en cuanto que es un acto de adoración a Dios: «Ve– nid, Santificador omnipotente, eterno Dios, y bendecid este sacrifi– cio preparado a honra de vuestro santo nombre» (Ofertorio). - Fin eucarístico, en cuanto que es acción de gracias a Dios por haber– nos dado cuanto tenemos de bueno. Se repite el gesto de Cristo, quien, «el día antes de su Pasión tomó el pan en sus santas y vene– rables manos, y levantando los ojos al cielo, a Vos, oh Dios, su Padre omnipotente, dándoos gracias, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos» (Consagración). - Fin propiciatorio (satisfactorio), en cuanto que se compensa a Dios por el honor que se le ha negado con los pecados. «Recibid, oh Pa– dre Santo... esta inmaculada Hostia... por mis innumerables peca– dos, ofensas y negligencias» (Ofertorio). - Fin impetratorio, en cuanto que por el sacrificio de Cristo podemos obtener de Dios los beneficios espirituales y temporales que nos convengan para nuestra salvación. «Os suplicamos, pues, Señor, que os dignéis admitir propicio esta ofrenda de nuestro homenaje, que es también el de toda vuestra familia, y hagáis que gocemos de vues– tra paz en esta vida, nos libréis de la condenación eterna y nos con– téis en el número de vuestros elegidos. Por Cristo nuestro Señor. Amén» (oración que precede a la Consagración). 160
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