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En mis VIaJes por el mundo había estudiado, con la inteligencia y el corazón abiertos, las religiones más extrañas, las plegarias, los usos y costumbres de los pueblos más diversos. Más que los demás, me había atraído la India de los fa– quires, de los Vedas, de las doctrinas misteriosas; había conocido personalmente a Rabindranath Tagore, y el sagrado Ganges y el Himalaya gigantesco me habían impresionado profundamente. Los lamas tibetanos habían atraído mi atención; es– tudié también la doctrina de Confucio en la China, el sintoísmo en el Japón, el budismo en Ceylán; había conocido a los mahometanos, a los negros, a los ma– lasios. Todas estas experiencias, por más que fueran culturales, habían debilitado, a decir verdad, mi resistencia de ateo, impresionado no solo por el contacto con tantas religiones, sino también por la reacción profunda surgida en mí ante los fenómenos naturales: florestas vírgenes y desiertos, vientos y monzones, y, sobre todo, la majestuosa cadena del Himalaya. Se despertaba en mí, al principio mie– dosamente, luego cada vez más definido, el deseo de un Dios viviente, un «.corazón inquieto que busca descanso en Dios», como escribió en sus Confesiones el gran convertido Agustín. El materialista que comienza a creer otra vez en algo, empieza por hacerse¡: supersticioso. El misterio, los espíritus, el ocultismo ejercen sobre él una fascina 7; ción inmensa. Y así me vasaba a mL Mi espíritu aspir:¡1ba a cosas espirituales... ¡; El hombre que se toma la molestia de pensar, no puede soportar durante mucho tiempo el vacío de su espíritu, y si no quiere re9onocer lo divino y lo sobrenatural,: terminará por contentarse con sustitutivos-ídolos y dioses, pues el hombre tiep.e, necesidad de adorar y de servir. 1 Heme aquí, pues, empeñado en la búsqueda de Dios. Estudié Teosofía, antropo- · sofía, taoísmo, budismo y hasta el sufismo de los mahometanos. A través de un libro prestado por un colega conocía los varios grados de la mística india: rudo,. corporal, intelectual, obra y recompensa, concentración, meditación, contemplación: (en el sentido indio), amor universal... · · Pero en todas mis búsquedas. estaba más cansado que satisfecho, pues sentía que no acababa de encontrar justicia y perfección. Antes bien, me daba cuenta· de¡ que tenía que existir alguna _cosa más potente y sobrenatural. Luego empecé a leer libros franciscanos y después «La historia de un alma» de Santa Teresita del Niño Jesús. Fue ent_onces cuand<;> mis ojos emr,ezaron a abrirse a la luz»... r 1 1 1. i. 1: 115111111 ~JERCICIOS 7 :bes cribe la diferenci~ que ha . o~ existir entre el estudio de la religión y las demás asignaturas. 1: 1 J,; ¿Qué buscaba Hynek y por qué no lo encontró más que en el catolicismo? -

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