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8 MANUEL GONZÁLEZ GARCÍA escritores, etc. Con todo, por desgracia, no ha sido posible desentrañar todos los pseu– dónimos. Recordamos, como ejemplo, «Un P. capuchino», «El peregrino de la capu– cha», «Guzmán de León», «P. Altavoz», «ADEGO», «Fr. Ignoto». Esto sin citar las veces en que hay simplemente unas siglas en absoluto identificables. 4. La variedad de nombres y pseudónimos (cuando van más allá de la simple colo– cación de las iniciales del nombre y apellido seguidas de punto) ha sido recogida en el índice general. 5. Los escritos han sido ordenados después del nof11bre de cada escritor por años, sin seguirse, dentro ya de cada año, orden alfabético o cronológico alguno. Esta agru– pación por años pone de manifiesto las cuestiones que interesaban a los autores per– sonalmente o que se discutían en el ambiente teológico, eclesial o social-popular. 6. Los escritos han visto la luz a través de los más diversos editores y revistas tanto en España como en el extranjero. Lamentamos no haber podido tener acceso a publi– caciones de hace mucho tiempo o lejanas geográficamente (Améric:a, etc.); igual que a periódicos de tirada provincial o l9cal en Jos que han escrito algunos religjosos o a publicaciones del est/lo qe hojas parroquiales, hoja de los}tteves eucarísticos, etc. Hemos de mencionar la dificultad que ha representado el indicar de una manera clara los datos bibliográficos de aJgunas colaboraciones en las revistas de nuestra pro– vincia. Inicialmente, El Mensajero Seráfico, El Santo y Evangelio y Vida paginaban de modo independiente cada uno de los números, quincenales o mensuales, publicados. Luego se pasó a una paginación única para todo el año. Pero, en ocasiones, hay f11ani– fiestos errores de numeración de las páginas o de indicación del año y de los volúme'."' nes correspondientes a dichos años, rompiéndose la secuencia cronológica. Heqios tra– tado de ofrecer siempre los datos bibliográficos imprescindibles 0 para la identificación de los escritos. 7. No se hfl.n recogido las recensiones que han publicado los religiosos capuchinos de Castilla en las diversas revistas propias de la provincia o de otras órdenes religiQ– sas o de distintas instituciones civiles o eclesiásticas. En algunos casos, como Naturaleza y Gracia, El Mensajero Seráfico o Evangelio y Vida, se trataría de cientos de recensiones de libros que encierran un exigente trabajo crítico y de difusión teológi– co-catequética, que ha enriquecido tanto a los que hacían las recensiones de los libros como a nuestras bibliotecas. Si hubiéramos recogido la noticia de estas recensiones, este libro tendría más del doble de su extensión material. 8. Ciertamente, merecen un recuerdo especial los religiosos que han dedicado su tiempo a temas más «trascyndentales» en filosofía, teología o ciencias humanas. Pero también hay que recordar el meritorio trabajo de aquellos que quincenal o mensualmente han tenido que escribir y completar las páginas de las revistas de la Provincia del Sagrado Corazón de Jesús de Castilla, que exigían, día a día, unos escri– tos en que se vertían criterios humanos y religiosos muy importantes para la evange– lización de sus lectores. Por eso, hemos extraído todo aquello que ha sido publicado en las revistas que han sido órganos de expresión popular o intelectual de la Provincia. Al margen de la labor
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