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88 DR, P. PÍO M.ª DE M01''DREGANES, O, F, M, CAP, mas misioneros, la dilatación de la fe, la plantación de la Iglesia y tantos otros problemas religiosos, etnológi– cos, etnográficos, filosóficos y culturales que están uni– dos rnús o menos estrechamente con las misiones. Las misiones se deben estudiar a la luz de la Teolo– gía. Sus fundamentos están en la Escritura, en la Tra– dición, en la Moral y en el Dogma. Las verdades dogmá– ticas son esencialmente universalistas. Todas, remota o próximamente, tienen relaciones con los problemas mi– s10neros. Para cultivar las vocaciones misioneras de una ma– nera sólida es necesario proponer y explicar a los aspi– rantes esas verdades que llevan luz a las inteligencias y persuación a las voluntades. Los estudiantes de Teología no sólo deben conocer las verdades dogmáticas y sus re– laciones con los ideales misioneros, sino que deben vivir– las, sentirlas ·y, en cuanto posible, realizarlas o llevarlas al apostolado práctico (10). Estos y otros medios, que por brevedad no tratamos, pueden servir para formar el ambiente misional y sus– citar vocaciones misioneras, particularmente en los cen– tros de formación religiosa y clerical (11). (10) A. SAGARMÍN-\GA, Cultiuo de la vocación misionera, en Mi– siones Extranjeras, Burgos, enero-junio 1956, págs. 2U-32. (11) Cfr. P. Pío l\I. rrn l\loNDREGANES, Manual de Misionología, pá– ginas 226-231. Madrid, 1U50; P. B. G10nGis, La piu bella Missione. Ventiquattro mPc/itazioni sul/a vocazione sacerdotale religiosa mis– sionaria, caps. 8-12, págs. 5U-88. Roma, Cnione l\lissionaria del Clero, 1956.
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