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78 DR. P. PÍO M.• DE l\IONDREGANES, O. F. M. CAP. -~·--~·-----~~--··~----- cristiano, y que realmente repite los errores y las doc– trinas del comunismo, sentimos toda la urgencia y el ansia de hacer progresar en todas partes y con todo esfuerzo las obras de apostolado, y reconocemos con:10 dirigida a Nos la exhortación del Profeta: Grita, no te des reposo, alza tu voz como una trompeta (Is., 58,1). Encomendamos a Dios con suplicantes plegarias, de modo particular, las misiones interiores de la América latina, sabiendo de qm\ peligros e insidias cstún ame– nazadas, más o menos arteramente, por parte de las sectas" (6). Ese ingente campo de recolección evang(,lica pide y exige que se exciten y busquen vocaciones misione– ras. Parece que de las cinco partes del mmHio se oye la voz del hombre de l\Iacedonia que suplicaba al Após– tol de las gentes: V en y socórrenos (7). Esa multitud de almas que no conocen al verdadero Dios y están ciegas a la luz de la verdad claman como el ciego de Jericó: Jesús, hijo de David, ten compasión de nos– otros (8). Jesús, dirigi<'.\ndose a todos los sucesores de los Apóstoks, les dice: Id y predicad, marchad, ense– ñad, convertid, bautizad e iluminad a tantos infelices privados de la luz y de la gracia de la Revelación cris– tiana. Es cierto que a la voz de los celosos pastores el ejército misionero se organiza, pero ¡ qué desproporción tan enorme no encontramos entre el número de ope– rarios evangélicos y la mies tan copiosa que se ha de recoger! "Por consiguiente-dice Pío XI--, si hay al– gunos en cualquiera de vuestras diócesis, jóvenes, o clé- (6) A.4S, 1951, tomo 43, pág. 505. (7) Act., XVI, 9. (8) Luc., XVIII, 38.
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