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76 DH. P. PÍO M.ª DE M0:S.7)I\EGANES, O. F. M. CAP. "Mucho se ha hecho y mucho se ha obtenido, muchas almas se han salvado, mucha gloria se ha dado a Dios. Mas ¿ cuántas son las almas que todavía se pierden, cuúntas por las cuales en vano se derramó la Sangre del Redentor? Son masas profundas de pueblos, tanto profundas como el Continente negro, cuanto las inmen– sas regiones de la India y de la China; son esas masas que esperan todavía la palabra de salvación. Los mi– sioneros de Propaganda, sus guías; los Obispos, los coadjutores, los catequistas, los religiosos y las vírge– nes misioneras consagradas a Dios, toda la milicia san– ta de Dios estú allí, delante de esas masas; pero el nú– mero de los operarios es insuficiente y faltan medios. ¡Pensad! ..." (3). Ya miren1os la infinita extensión de las regiones que todavía no se han abierto a la cultura cristiana, ya el inmenso núrn.ero de los que están pri– vados hasta hoy de los beneficios de la redención, ya las necesidades y dificultades con que tropiezan los mi– sioneros, se ve que deben aumentarse los esfuerzos de los Obispos y de todos los católicos para que crezca y se multiple el número de los embajadores de Cristo. El Pontífice gloriosamente reinante, Pío XII, "con pro– fundos gemidos del corazón suplica al Espíritu Santo que se digne abrir pronto las vías de la salvación a esa gran multitud de hombres oprimidos por la escla– vitud de la idolatría y encadenados en los antiguos errores, haciéndoles participantes de nuestra esperanza y de nuestra gloria. Mientras predicamos con el Após– tol que los gentiles son coherederos y miembros de un mismo cuerpo y juntamente partícipes de la promesa (;l) Cfr. Sylloge, núm. 101, pág. 19B.
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