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CAPÍTl'LO VI FASES DE LAS VOCACJQ¡VES Nosotros no vemos intuitivamente, en este mundo, la voluntad de Dios. Esta se nos puede manifestar de un modo milagroso o natural, extraordinario u ordinario. Dios eligió de un modo c.rlraorclinario a Moisés para que librase al pueblo de Israel de la tiranía de los Faraones. Escogió a David para derribar y humillar el orgullo de Goliat. Derribó a Saulo del caballo en el camino de Da– masco y le convirtió en vaso de elección y Apóstol de las gentes. Otros muchos casos demuestran la voluntad de Dios de modos inesperados y maravillosos. Pero de ordinario Dios muestra su voluntad por me– dio de las causas naturales que obran según las leyes de la naturaleza. Llegamos a conocer la vocación que nos concede por las causas segundas. Y aun este modo de conocer natural puede ser momentáneo o .mcesiuo. No siempre se conoce la vocación a un estado en un mo– mento. Lo más ordinario es que se vaya conociendo su– cesivamente, como por etapas. Suele suceder algo seme– jante a los granos de trigo que se arrojan al surco. Crecen y se desarrollan paulatinamente hasta que llegan a madurez. Dios arroja la semilla de la gracia en el alma en la cual se va poco a poco desarrollando el sen– timiento de una determinada vocación. Pero esas voca-

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