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42 DR. P. PÍO M." DE MO:NTIREGA.1\'ES, O. F. M. CAP. que sea en todos los momentos gloria de Dios y honor de la Iglesia" (7). La probación se requiere y la conducta moral princi– palmente en lo que concierne al celibato, porque es ge– neralmente la mayor dificultad que tiene el candidato al sacerdocio. Esta obligación no se puede imponer al que no esté moralmente cierto de poder observarla. De lo contrario, se expone a gravísimo peligro de vivir habi– tualmente en pecado mortal por la celebración diaria de la Santa :\Ifoa y por la frecuente administración de los sac1'mne11tos, que requieren en el 111.inistro estado habi– tual de la gracia santificante. Además por el peligro de que cause escándalo a las almas y deshonor a la digni– dad sacerdotal. Los candidatos dominados por algún vicio contra la castidad no deben ser ordenados si no dan pruebas de corrección. Antes del suhdiaconado deben dar pruebas de enmienda. Acerca de la duración de la prueba o de la e,xperien– cia en la enmienda no concuerdan los autores. Algunos exigen hasta seis meses sin pecar gravemente. Se han de considerar mucho las personas, el carácter, las circuns– tancias, las inclinaciones y las disposiciones del sujeto. Sin un fundamento sólido de enmienda no se debe per– mitir recibir las Ordenes sngradas. El confesor no debe absolverle si no ofrece serias garnntías de vivir en per– fecta castidad. El clérigo que a sabiendas se acerca a lns Sagradas Ordenes, que sincera y positivmnentc conozca de no po– der observar la castidad, peca gravemente. Lo mismo (7) L'Osserualorc Romano, 24 marzo 1n56, pág. l.

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