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1G DR. P. PÍO M.ª DE MONDHEGANES, O. F. M. CAP. Ved aquí la vocación de los cuatro primeros Após– toles. Jesús les llama, y ellos, sin demora, lo dejan todo y le siguen. A éstos y a los otros Apóstoles Jesús les llamó inmediata y personalmente al apostolado. Antes de subir a los cielos reunió a los once y les mandó ir a predicar por todo el mundo. "Los once discipulos se fueron a Ga– lilea, al monte donde Jesús les había ordenado. Y, en viéndole, le adoraron: ellos que antes habían dudado. Y acercándose Jesús les habló diciendo: "Me fué dada toda potestad en el cielo y sobre la tierra. Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todas cuantas cosas os ordené. Y sabed que estoy con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos" (2). Esta potestad que Jesús transmitió a los Apóstoles y a toda la Iglesia se ha perpetuado a través de los siglos que lleva de existencia y se conservará indefectible– mente hasta el fin del mundo. A los Apóstoles del Señor ha seguido una multitud incontable de misioneros que han predicado el Evan– gelio a toda criatura; que han llevado la luz de la fe a todos los pueblos; que han plantado la Iglesia en todos los continentes. Todos esos misioneros han sido llamados por Dios. Han tenido una vocación misionera. A unos se habrá manifestado de un modo maravilloso corno a San Pablo, a otros de un modo ordinario por la acción de las causas segundas. La Divina Prividencia que gobierna el mundo y tiene cuidado especial de la Iglesia ha dispuesto las (2) Matt., XXVIII, 16-20.

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