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SEGUitlME.-VOCACIONES ldISIONERAS 165 --------- dilla ante falsos dioses y fetiches; derramaron torrentes de luz y de gracia sobre las sombras de la muerte e infundieron la vida en los áridos huesos del gentilismo. "Dios-dice l\Ienén<lez Pelayo-nos dió el destino más alto entre los destinos de la historia humana: el com– pletar el planeta, el de borrar los antiguos linderos del mundo. Una rama de nuestra raza forzó el cabo de las Tormentas interrumpiendo el sueño de Adamastor, y reveló los misterios del sagrado Ganges, trayendo por despojos los aromas <le Ceilán y las perlas que ador– naban la cuna del sol y el túlamo de 1a aurora. Y la otra rarn.a fu-é a prender en tierra intacta aún de cari– cias humanas, donde los ríos eran como mares y los montes veneros de plata, y en cuyo hemisferio brilla– ron estrellas nunca imaginadas por Tolomeo ni por Hi– parco. "Dichosa edad aquella de prestigios y maravillas, edad de juventud y robusta vida. España era y se creía el pueblo de Dios, y cada español, como otro Josué, sen– tía en sí la fe y el aliento hastante para derrocar los muros al son de las trompetas, o para atajar al sol en su carrera. Nada parecía ni resultaba imposible: la fe de aquellos hombres, que parecían guarnecidos de tri– ple lámina de bronce, era la fe que mueve de su lugar las montañas. Por eso en los arcanos de Dios les estaba guardado el hacer sonar la palabra de Cristo en las más bárbaras gentilidades; el hundir en el golfo de Corinto las soberbias naves del tirano de Grecia, y sal– var, por ministerio del joven de Austria, la Europa occi– dental del segundo y postrer amago del islamismo; el romper las huestes luteranas en las marismas bútavas, con la espada en la boca y el agua en la cinta, y el

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