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CAPÍTULO VI CONCLUSION 1. En la vida humana es necesario que el hombre se oriente bien, siguiendo las disposiciones de la Divina Providencia, que todo lo ordena a la gloria de Dios y el bien de las criaturas racionales. Cada hombre tiene su misión particular que cumplir en este mundo. Si la cum– ple como Dios quiere, ]a recompensa será eterna. 2. Entre las muchas pro{esiones que el hombre pue– de desempeñar hay algunas mús excelentes por su ob– jeto, por sus ocupaciones, por su elevación. Tales son, verbigracia: las vocaciones religiosas, las sacerdotales y las misioneras. Por la vocación religiosa el hombre se consagra a la perfección de la vida, siguiendo los con– sejos evangélicos. Por la Yocación sacerdotal el hombre se hace ministro de Dios, dispensador de los tesoros divinos. Al sacerdote le compete predicar, enseñar, adminis– trar sacramentos. Es el intermediario entre Dios y los hombres. 3. El misionero tiene por fin llevar el Evangelio hasta los confines del mundo; plantar la Iglesia católica en los lugares de la tierra donde todavía no lo está. Cul– tivarla, extenderla y consolidarla hasta que llegue a ma– durez y consiga la perfección que le es propia. El misio-

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