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158 DR. P. PÍO M.ª DE MONDilEG.L"lES, O. F. M. CAP. en manuales de los Seminarios Conciliares, y, no obs– tante, nadie dirá que ese estudio es inútil al sacerdote para cumplir con sus deberes parroquiales. La ciencia misional no se opone a otras dotes naturales o sobrena– turales que los misioneros pueden tener. Todas las fuer– zas unidas darán una resultante mayor. Ademús, la Mi– sionología no se dirige exclusivamente a formar buenos misioneros, sino también buenos sacerdotes de Cristo; a ilustrar a los hombres intelectuales en la misión de la Iglesia, su vitalidad, historia, derechos, actuación, etcé– tera,. etc. Conocer la ciencia de la salvación del 1ntm<lo, sistematizar la conquista del reino de Cristo, dirigir las operaciones apostólicas de un modo consciente y razo– nado, procurar rendimientos mús abundantes y estables en el apostolado, prepararse para ser los embajadores de Cristo sobre la tierra, no pueden ser cosas inútiles o de poco valor. En varias ocasiones hemos hablado y escrito de la necesidad de implantar esta asignatura como obligatoria en la carrera eclesiústica, la urgencia de erigir cátedras de l\Iisionología en los Seminarios y Colegios de Insti– tutos religiosos. Por este motivo no nos detene1nos aquí en repetir lo que nuestros lectores pueden ver en los lu– gares citados. Con este fin precisamente se escribió el Manual de Misionología, procurando abarcar en su composición to– dos los principales aspectos de la ciencia misional para que los estudiosos adquieran, por lo menos, una idea general de su extensión y de la multitud de importantes cuestiones que comprende. Trabajo, unión y constancia.-Existen en las Pinaco– tecas hermosos cuadros que representan soldados arma-

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