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SEGUIDl\IE.-VOCACIONES MISIONERAS 157 les" (18). Sin penetrar bien los principios, sin conocer la teoría, sin orientaciones seguras en el campo del apos– tolado, la práctica no siempre serú acertada y con fre– cuencia ineficaz (1ü). Esta orientación certera debe adquirirla todo sacer– dote en los años de su formación teológica. Si el semi– narista o sacerdote no llega a conocer los principios de esta ciencia, su ohj eto, derivaciones, aplicaciones prác– ticas; si no comprende la importancia y solución de los problemas misionales; si no siente vivamente en su con– ciencia la necesidad de un apostolado mundial, se podrá afirnrnr que su formación es, por lo menos, deficiente e incompleta. Constituído ministro del santuario, emba– jador de Cristo, tesorero de los méritos del Redentor, dispensador de sus gracias, no sabe la extensión de su vocación. De manera espccialísima los llamados directamente a ocupar las primeras filas del ejército misionero están más obligados a conocer con perfección esta ciencia. No falta quien objeta que muchos célebres misioneros no estudiaron la :\Iisionología científica, y, sin embargo, produjeron opimos frutos en el campo de la evangeli– zación. Es cierto que no faltan en la historia de las mi– siones ejemplares que por gracia especial de Dios y dones particulares de la naturaleza convirtieron multi– tud de almas a la fe y establecieron el reino de Cristo en diversos pueblos y naciones; pero esto nada excluye la preparación científica. Santo Tomás y San Buenaven– tura no estudiaron la l\Ioral casuística como se enseña (18) Dossiers de l'aclion missionnaire, núm. 142. (19) V. TnoMAS OnM, 0.S.B., Grundlegcnde Missiunstlieorie in Zeit– schrift für Missionsw., 1929, tomo XIX, p;ág. 26.
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