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SEGUIDME.-VOCACIONES MISIONERAS 139 dero culto debe procurar. Que todas las gentes le conoz– can, le amen, le adoren: Omnis ierra adoret te (7). Amor a .Jesucristo, Salvador de todo el mundo, que murió por todos los hombres; que nos dejó la Iglesia para todos; que se quedó en la Eucaristía para darse en alimento a todos. Amor a la propia alma, que debe amar más que a la de su prójimo en igualdad de circunstancias; no sea que, predicando a otros, él mismo se haga réprobo (8). Por tanto, por el apostolado nunca debe abandonar su perfección interna y externa, cristiana y religiosa. Amor al prójimo, haciéndose siervo de todos a fin de ganarlos a todos (9). Darse y sacrificarse por las al– mas. Tener un amor universal para todos sin distinción de razas, de colores, de naciones, de partidos, de religio– nes. Todos son deudores de nuestro amor y de nuestros sacrificios. Nuestra caridad, unida a la verdad y a la jus– ticia, debe abrazar a todo el mundo. La fe que obra por la caridad (10). Charitas enim Christi urgel nos (11). De otras virtudes que debe practicar el misionero en el ejercicio de su ministerio nos ocuparemos oportuna– mente en otro libro. Ahora consideramos al misionero, antes de partir para las misiones, en el período de su formación ante– cedente. Es claro que con las indicadas implícitamente se incluyen otras necesarias, como la humildad, docili– dad, bondad de carácter, obediencia, castidad, modestia, prudencia, etc. En otro lugar indicamos que los candi- (7) Ps., 65,4. (8) I Cor., IX, 27. (9) I Cor., IX, 77. (10) Gál., V, 6. (11) II Cor., V, 14.

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