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136 Dll, P. PÍO M." DE M0!',7JHEGANES, O. F. M. CAP. adquirirlas. Ninguno por vía ordinaria se hace santo en un momento. Así, pues, los que se sienten con vocación misionera y pretenden realizarla ckbcrún resplandecer en las vir– tudes siguientes: 1. Espíritu de fe.-EI misionero va a predicar la fe católica. Antes de enseñar es necesario que él esté bien fundamentado en la fe sohrenaturnl, en los principios inconmovibles del dogma; que estén bien arraigadas en él las verdades de la fe. fosllls ea.: f icle vivit (1). Que las convicciones internas le muevan a los ejercidos de la fe. Que estime, ame y agradezca la fe recibida. El mejor medio para agradecer a Dios el don de la fe es comuni– carla a los demás. 2. Amor a Jcsizcrislo.-El misionero es el apóstol de Cristo, es el heraldo ele su Evangelio, es el legado que lleva a los hombres su ley, su doctrina, su gracia. Toda sólida formación espiritual debe tener por ci– miento, por apoyo y por ideal a Cristo, ::\fodelo único de los predestinados. El misionero debe amar todos los misterios de Cristo, pero especialmente el misterio del amor que es la Euca– ristía, como sacramento y como sacrificio. Ahí está el horno donde puede caldearse; ahí estú el yunque donde debe ir forj án<losc; ahí está la fuente perenne de agua viva donde debe fortalecerse; ahí está el gran Jefe con el que ha de planear sus futuras conquistas. El cultivo de la Yida espiritual eon ese matiz euca– rístico debe ocupar el primc1· puesto en la vida de for– mación del futuro misionero. (1) Rom., 1, 17.

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