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118 !DR. P. PÍO M.ª DE MONDREGANES, O. F. M!. CAP. de los Sumos Pontífices. Estos prueban todo lo contrario y están a nuestro favor, como veremos. OPINIÓN NEGATIVA.-Otros autores niegan que en la vocación sacerdotal vaya incluída la misionera y defien– den que se necesita una vocación especial, ordinaria o extraordinaria, mediata o inmediata. Entre los defenso– res de esta opinión podemos enumerar P. Fortunato (14), A. Perbal, O.M. I. (15), J. Malenfant, O. F. M. Cap. (16), E. Loffeld, Cs. Sp. (17), M. Laguardia (18), Vanzin (19). El sacerdote, por el mero hecho de serlo, no está obli– gado a ser misionero en el sentido verdadero y auténtico de la palabra. Para ser misionero en tierra de misiones propiamente dicha se necesita vocación. Es necesaria una llamada especial de Dios. Puede uno ser buen sacer– dote en Roma, sin que sea misionero en Africa o en otra parte del mundo. El sacerdote debe amar a todos los hombres, próximos y lejanos; abrazar a todos los pue– blos sin distinción de colores ni de razas; tener un cora– zón grande cuanto la humanidad entera; pero en nin– guna parte de la Teología está preceptuado que todo sacerdote, en cuanto tal, deba ir a plantar la Iglesia en las islas Salomón o en la Patagonia ... (20). Para probar (14) l'ocazione missivnaria, pág. 16. (lfi) La vocazione missionaria, en Pensiero Mtssionario, 1942, tomo XIV, págs. 289-300; Hl43, tomo XV, págs. 1-15. (16) La vocation missionnaire. Chois et préparation des candi– dats, págs. 11 y sigs. (17) Le probleme cardinal de la Missiofogie et des Missions ca– tholiqu,e.s, págs. 295 y sigs. Stokweg (Holanda), 1956. (18) La vocación misionera a la luz del N. T. y de la teología católica, en Misiones Extronjeras. Burgos, vol. IV, julio-diciembre 1955, págs. 36 y sigs, (19) Nasce un missionario. Parma, 1943. (20) Cfr. PERBAL, l. c., pág. 7.

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