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SEGUIDME,-VOCACIONES MISIONERAS 117 es necesario que no todos se vayan, a fin de que en los territorios católicos haya también sacerdotes que conser– ven las posiciones conquistadas, atiendan a los fieles, susciten y cultiven las vocaciones. Se debe atender a las dos cosas: conservar y conquistar. e) La vocación misionera, dicen los defensores de esta opinión, no es nada añadido o distinto de la sacer– dotal. Supone solamente en los sacerdotes una fe más viva, un celo más ardiente, un desprendimiento más grande, un amor más universal, etc. Pero ¿ reconocernos en todos los sacerdotes misione– ros un amor más intenso a Cristo, una santidad mayor que en San Francisco de Sales, San Juan María Vianney, San Roberto Belarrnino, San Alfonso de Ligorio, San Antonio de Padua, San Buenaventura, Santa Margarita de Alacoque, San Luis Gonzaga, Santa Gema Galgani, etcétera? Luego la mayor o menor santidad, el amor más o menos jntenso a Cristo y a las almas, es indepen– diente y separable de la vocación misionera. d) Insisten diciendo que trabajar en el apostolado en países católicos, o entre infieles, o en países acatóli– cos, supone sólo diferencias muy accidentales: de lugar, distancia, métodos, costumbres, dificultades, etc. Más adelante veremos cómo existen diferencias específicas entre el apostolado sacerdotal y misionero. No es lo mis– mo el trabajar en una Iglesia ya constituída y consoli– dada de derecho común, que en una Iglesia in f ieri, que se ha de plantar, extender, consolidar y conducir hasta la edad madura y poner al nivel y en las condiciones de las Iglesias en países católicos. e) Para probar su opinión aducen los testimonios

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