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112 DR. P, PÍO M.• DE MONDREGANES, O. F. Mi. CAP. 1. Vocación misionera en sentido lato.-Jesucristo dejó un testamento a su Iglesia, el de predicar el Evan– gelio a toda críatura (1). La Iglesia, por otra parte, según su misma naturaleza, es universal o católica. Es necesa– rio extenderla por todo el mundo. La Iglesia, dice Pío XI, no tiene otra razón de existir sino la de hacer partícipes a todos los hombres de la Redención salvadora por me– dio de la dilatación en todo el mundo del reino de Cris– to (2). Como dice San Agustín: Tola Ecclesia praedicat Christizm (3). Esta obligación abraza a toda jerarquía y a todos los fieles. Todos, según su posibilidad y categoría, deben estar animados del espíritu universalista de conquista, de extender la Iglesia por todo el mundo: Pontífices, Obispos, sacerdotes, religiosos y cristianos. Dios llama a todos a la grandiosa empresa de la conversión del mun– do infiel. Gnos predicando y otros cooperando, tenemos el deber grave de ser misioneros. Nada más apto que el dogma de la comunión de los santos para inculcar con– venientemente al pueblo cristiano la utilidad y la impor– tancia del deber misionero (4). Los Pontífices exhortan a todos los fieles a ser misioneros. ¿ Con cuánta mayor razón se debe inculcar esta grave obligación a los reli– giosos y sacerdotes? Pero ¿ quién no ve que en estas y otras muchísimas expresiones se toma el término "misionero" en un senti– do amplio que equivale a decir que todos debemos tener el espíritu misionero? Todos tenemos que rogar, que sa- (1) Matt., XVI, 15. (2) Rel'um Ecclesiae, .4AS, 1926, tomo XVIII, pág. 65. (3) M. L., 37, 1243-124'1. (,l) Evangelii Praecones, AAS, 1951, tomo 43, pág. 528.
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