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86 DR. P. PÍO J\I.ª DE J\IONDREGANES, O. F. M. CAP. obra de evangelización y conducirla a un cierto grado de prosperidad, pero no para permanecer siempre. Por una parte, el número de los misioneros extranjeros será prácticamente insuficiente a medida que aumentan las conversiones. Por otra, las naciones católicas de donde proceden los misioneros necesitan también operarios para el cultivo de los propios fieles, y las vocaciones generalmente no son tan abundantes que pueda con fa– cilidad ser suficiente el número de sacerdotes para tan– to trabajo. e) Por razoues psicológicas y lingiiísticas. Benedic– to XV, en la encíclica ll!a:rimum illud, lo indica clara– mente. "El sacerdote indígena, por nacimiento, índole, sentimientos y propensiones, se adapta mejor con sus conterráneos. Y no hay para qué ponderar cuánto vale esto para infundir en sus mentes la fe. Conoce mejor que otro ninguno los modos de persuadirles. Así acon– tece que el indígena encuentre un acceso mucho más fácil entre ellos que un extranjero" (1). Pío XI añade en la encíclica Rerum Ecclesiae,: "Qué decir del escaso conocimiento de la lengua, por cuyo motivo los misioneros extranjeros tienen dificultad para manifestar sus pensamientos, restando muy débil la fuer– za y eficacia de su predicación" (2). d) Además, pueden suceder persecuciones y expul– siones de los extranjeros en un país; las guerras de unas naciones contra otras, que mueven a combatir o alejar a los misioneros de la nación beligerante; los naciona– lismos exagerados, que consideran al misionero, no como enviado de la Iglesia, que es esencialmente universa- (1) llfoximum illud, Sylloge, pág. 118. (2) Rerum Eccl., Sylloge, pág. 250.

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