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24 DR. P. PÍO M.' DE l\IONDREGANES, O. F. l\I. CAP._··------- Dios, la Iglesia, una, santa, católica y apostólica, se es– tablezca en todos los lugares del mundo, abrace todas las gentes de la tierra. Esta es la voluntad de Cristo, que se establezca su Iglesia en todo el mundo, este es su mandato categórico. Esta es la recomendación de la Santa Sede en los últimos tiempos. Pío XII, recogiendo los ecos de sus predecesores, dice: "Las expediciones de misioneros se e1wían, en primer lugar, para que la luz de la verdad cristiana ilumine a nuevas gentes y para que aumente el número de los cristianos. Sin em– bargo, es necesario que el misionero aspire, además, a una última meta, <rue ha de llevar siempre fija ante los ojos, a saber: que la Iglesia en esos pueblos extra– ños sea establecida sólidamente, provista de Jerarquía propia elegida de entre los indigcnas, de modo que ya pueda vivir y florecer sin la ayuda de las obras misio– nales. Cuando los misioneros alcanzaren esa meta, en– tonces ya el reino de Dios se extenderá a todo el mundo terráqueo" (5). Este es fin próximo, específico e inmediato que debe proponerse el misionero: estnhlecer la Iglesia de Cristo a fin de que todos los hombres se salven por Ella. "Y si alguno objetase que, para salvarse y obtener la vida del espíritu, basta corresponder a las mociones de lo alto, que a nadie faltan, y así pertenecer en voto o de– seo a la Iglesia, sin que sea necesario que ésta se esta– blezca en todas partes, respondemos ser verdad que, por su misericordia y bondad infinitas, Dios acude así, de algún modo y en cierta medida, a esos hombres de buena voluntad, que sin culpa propia ignoran la reve- (6) ,Evangeli Praecones, AAS., t. 43, 1961, págs, 498, 607-508.

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