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18 8. La corlesía.--En el trato sea dnlce, amahle y ur– bano para con todos. Si se deja dominar de los modos bruscos, rústicos, indelicados, no se acercarán a él las personas bien educadas. La amabilidad con la rectitud, la severidad con la corksía, la humildad con la noble– za del apóstol y del sacerdote ganarún los ánimos de todos. H. Casticlad.--En muchas regiones los infieles y he– rejes difícilmente se persuaden de que el sacerdote ca– tólico ohsene el celibato con el rigor que impone la Iglesia. Por esto nunca debe dar sospechas de amista– des íntimas con personas de otro sexo. No admita mu– jeres en sus habitaciones; sea breve en las visitas y en los locutorios; no tenga largas conversaciones con mujeres; sea prudente en las palabras, delicado en los gestos y miradas; no se permita chistes, palahras equí– vocas, juegos, diversiones u otras cosas que no sean de– corosas y convc1licntes a la dignidad sacerdotal. Reca– tado en sus ministerios apostólicos y <'.n la administración de los sacramentos. 10. Santo optimismo.- En medio de la soledad, de las tribulaciones, de las ingratitudes, de los fracasos, y aun del poco fruto de sus trabajos y sudores, sepa con– servar la calma, la constancia, la alegría, la confianza y el optimismo. La evangelización, en ocasiones, serú obra del tiempo y de la paciencia. Si el misior.cro se deja dominar de la pusilanimidad, de la tristeza y del desaliento, cae en un pesimismo melancólico que le im– pide las actividades y le reduce a la inacción. 11. 1'irtudes leologah:s.-El misionero debe estimar la fe que predica, los dogmas que enseí'ía y la Iglesia que planta. Apreciar la fe y vivir del espíritu de fe.

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