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12 DR. P. PÍO M.ª DE l\IONDREGANES, O. F. l\L CAP. por tierra, por mar o por aire. ¡ Qué distinto de los via– jes de los Apóstoles y antiguos misioneros! Pero el misionero de Cristo no debe considerarse un deportista, un aventurero ni un comerciante. Es el en– viado por la Iglesia para llevar la luz del Evangelio a unn región del mundo. Es el delegado por la Jerarquía para la conquista del reino sobrenatural de Cristo. Su corazón debf' rebosar de alegria por la noble empresa a la cual Dios le ha llamado. Debe penetrarse de su su– blime misión. Su viaje debe ser como los que hacia San Pablo, Apóstol de las Gentes, como el viaje de San Francisco Javier a las Indias orientales. 3. En la tierra prometida.-Llegado al lugar de su destino, cante un himno de agradecimiento al Altísimo por los beneficios concedidos. Bese la tierra prometida que le ha caído en suerte y ofrézcase al Señor para cul– tivarla con fruto. Preséntese a sus legítimos Superiores eclesiásticos y regulares con sus letras obedienciales para que quede legitirnamente incardinado al territorio misional. Desde ese momento empieza a contar la ancianidad, como mi– sionero, para los efectos jurídicos que pueden suceder. 4. Sumisión a la mztoriclad.--EI nuevo misionero debe ofrecerse con humildad y docilidad a las disposi– ciones de las competentes autoridades. Aceptar de buen grado los cargos, ocupaciones y trabajos que le confíen. 5. Aclimatación.-En el nuevo campo de trabajo quizá él misionero tenga lü necesidad de aclimatarse al ambiente, a los alimentos del país, a las diversas tem– peraturas, usos y costumbres. El organismo humano tie– ne mucha capacidad de adaptación, y luego se irá acos– tumbrando a todo.
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