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CAPÍTULO PRIMERO LOS MISIONEROS EN POS DEL MAESTRO 1. Sigamos al Mai!slro.-Como en otros lugares he– mos dicho, los operarios evangélicos pueden ser de di– versas clases: Obispos, Vicarios Apostólicos, Prefectos Apostólicos, Prelados, Superiores, etc., que generalmen– te llevan la alta dirección de la misión. Luego lo son los sacerdotes diocesanos o regulares, que trabajan ac– tivamente en los campos misioneros. Después los profesores, educadores, médicos, especia– listas, enfermeros, toda clase <le misioneros seglares, hombres y mujeres. Contemplemos a los candidatos llenos de inquietu– des. Están ya preparados y dispuestos a marchar a las misiones que la autoridad les confía. Todos, como sol– dados del ejército pacífico de Cristo, están dispuestos, cada uno según su categoría, a marchar y seguir las huellas del Divino misionero a la conquista del mundo. Todos animados por los ideales de conquista para Dios exclaman: Sigamos al Maestro ... ramos tras Él... 2. Rumbo a la misión.-Dada la voz de arranque, el nuevo apóstol de Cristo deja todo; abandona su pa– tria; va a tierras quizá lejanas y desconocidas; se di– rige hacia la tierra de promisión. Emprende su viaje
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