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EL LIBRO DEL MISIONERO.-SU ACTUACIÓN APOSTÓLICA 121 todos los tiempos-dice el P. Silvestri-tenían los pas– tores de almas cuidado muy especial de sus enfermos, sobre todo pobres, pero ese cuidado lo ejercían por me– dio de otras personas aptas a ese fin, nunca por medio de sacerdotes, excepto en algunos casos particulares" (2). En algunos países de misión, como en el Japón, exis– ten médicos y medicinas, lo mismo que en Europa. En este caso no tienen los misioneros sacerdotes por qué ocuparse en este campo. Hay otros países o regiones donde no existen ni mt'dicos ni medicinas, de pésimas condiciones higiénicas, de mortalidad enorme, se dan casos urgentes de absoluta necesidad, etc. En tales cir– cunstancias la obra del misionero instruído y prepara– do puede intervenir con acierto y abrirse camino entre gentes hostiles. Escribía el Cardenal Massaia, Apóstol de Abisinia, respondiendo a unas objeciones que le hacía un misionero, a quien le parecía indigno de un Obispo el ejercicio de la Medicina : "Si he podido hacer mi per– sona acepta a las poblaciones por las que he pasado, y si con mayor facilidad he logrado llevar la palabra de Dios a sus corazones e introducir a tantos por la senda de la salvación, el principal medio ha sido éste de la vacuna y la caridad para con sus miserias" (3). No cabe duda que los misioneros pueden ganarse la benevolencia de los infieles con la medicina, como lee– mos con frecuencia en las historias de las misiones. Pero lo mejor para resolver muchos problemas sería fundar Institutos o Asociaciones de médicos de ambos sexos. (2) Cfr. Ite .. ., piíg. 302. (3) Cfr. I mid 35 anni di misswne nell'Alta Etiopia. Memoria histórica de Fr. GuGLIEDTO l\!AssAIA, vol. IV, cap. XIV, p.:'tg. 18!, Homa, 1887.
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