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EL LIBRO DEL MISIONERO.-SU ACTUACIÓN APOSTÓLICA 117 dcncia para no molestar los sentimientos patrióticos de los indígenas. Nunca se debe ridiculizai~, despreciar o vituperar las personas y las costumbres existentes en los diversos países. Con las debidas cautelas se pueden condenar los errores, las supersticiones, los vicios, todo lo que no está conforme con el dogma y la moral. En cuanto a la cultura y costumbres nacionales se debe proceder con cuidado. No todo lo indígena es pri– mitivo ni se ha de suprimir. Es necesario saber distin– guir y seleccionar. Aprovecharse de todo lo bueno, lo recto, lo bello, lo útil, dondequiera que se encuentre. No es laudable que los escrito1·es cuenten y aun exa– geren los defectos y miserias de un país para suscitar la conmiseración o procurarse medios económicos. Hay otros muchos medios mús nobles y menos susceptibles para excitar a la cooperación misionera. ¡ Cuántos indígenas se lamentan al leer ciertos ar– tículos de revistas o al presenciar la exhibición de pe– lícul~1s que no hacen mús que rebajar el nivel cultural y moral de ciertos países l De esa manera se suscita el odio y la antipatía hacia los occidentales y contra los misioneros extranjeros. La táctica del misionero cató– lico no debe ser alejar, sino atraer. Procurar captarse la benevolencia de todos. Amar a todos para ganarlos a todos. Enseñar y escribir amando y respetando. Los m.isioneros son los buenos pastores que van en busca de las ovejas para atraerlas al redil evangélico. Las publicaciones conviene que sean en la misma lengua del país, y, a ser posible, escritas poi· los mismos indígenas. Estos conocen mejor la lengua y la psicología de los connacionales.
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