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EL LIBRO DEL MISIONERO.-SU ACTUACIÓN APOSTÓLICA 115 no, sino llenaos del Espíritu Santo, hablándoos los unos a los otros con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando y tañendo en vuestros corazones al Señor" (5). En la liturgia cristiana, desde los más antiguos tiempos, se usó la música, la cual tuvo sus vicisitudes y evolucio– nes históricas. La música sagrada sirve para la solem– nidad del culto, para la devoción de los fieles, la edi– ficación de los catecúmenos. La sagrada congregación de Propaganda Fide escri– bía el 25 de junio de 1884: Musicae vis et potentia ea semper fuit, ut mentes et corda hominum vehcmenter inflammaret alque ad Dominum elevaret, et sacrae pa– ginae coeli gaudia in hymnis et canticis bcatorum spi– rituum nobis, tanquam in imagine repmesentarent. Ec– clesia, demula caelcstis Sicnis, quae in sanctorum semper resullat laudibus, voluit sacris fzmctionibus cantus in– serere, ut f idelimn animas ad pietatem et ad cadestium meditationem excitaret (6). En los primeros años de la Iglesia se usaron los cán– ticos a una voz, luego se fueron añadiendo varias voces. Cuando los fieles no entendían la lengua latina se usaron los cánticos populares en lengua vulgar. El Papa San Pío X restauró el canto gregoriano. Actualmente se usan en el culto divino el canto polifónico, el canto gregoriano y el canto popular. En todos los países de misión se ama cantar y orar en lengua vulgar, según los propios gustos. El misio– nero debe procurar utilizar las rn.elodías indígenas y acomodarlas también a la liturgia y a las demás fun– ciones sagradas en cuanto sean compatibles con las nor- (5) Eph., V. 18-19. (6) Cfr. Collect. t. 11, págs. 445-451, Roma, 1907.

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