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ÉL LIBRO DEL l\fTSIONERO.--su ACTUACIÓN APOSTÓLICA 107 ten desde el más familiar al más elocuente y solemne. El lugar puede ser el templo, la capilla, el oratorio, la instrucción a domicilio, la estación misionera, al aire libre. Dondequiera puede el misionero enseñar la doc– trina del Evangelio. El auditorio puede ser tamhién muy variado: de ni– ños, adultos, hombres y mujeres, ignorantes y sabios, paganos, herejes, cismúlieos, creyentes, buenos y malos. Es evidente que el rnisionern se debe adaptar a la cua– lidad de los oyentes, exponer las verdades según la ca– pacidad y necesidad de los que escuchan. El contenido de la predicación es inmenso: Dios, sus atributos, los misterios de la fe, las verdades eternas, las virtudes, los vicios, los pecados, los premios y cas– tigos. Conviene exponer gradualmente el catecismo de la doctrina cristiana en cada una de sus partes al alcan– ce de los oyentes. El Manila ml missionurios (1G6D) indica el orden en que se pueden exponer las verdades ·reve– ladas a los paganos. Tratándose de personas piadosas conviene dar al-– gunas nociones de :\scética y Mística. LitHrgia.-Para todos, fieles e infieles, serú muy útil la explicación sumaria de la liturgia sagrada. Enseñar el significado del culto, de los sacrificios, de los orna– mentos, de las rúbricas, de las festividades y de otras cosas convenientes para la vida católica. La liturgia no sólo sirve para dar culto a Dios, sino también para fomentar la piedad verdadera y sólida. Los fieles deben tomar parte activa con el sacerdote en los sacrificios y en las funciones sagradas en cuanto pueden participar los símplcs fieles. Al espíritu litúr– gico se da mucha importancia en nuestros días para
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