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siones, atacando a las Ordenes rc>ligiosas que las sostenían; ej1·111- plo que, seguido después con pequeños interv,ilos de tiempo por otras naciones, vino a privar el campo misional de muchos opera– rios evangélicos. Añádense a c>sto las grandes dificultades que en– contraban los misioneros para penetrar en algunos países de mi– sión, como la Chma, Cnchinchina, India interior, Japcín, Tilwt. Turquía, Argel, Egipto, Abisinia y otras regiones interiores de Africa. La guerra de la independencia de América (1810-1824), que estalló casi simultáneamente en todas las repúblicas hispano– americanas, tras de otros males, trajo el incalculable de la destruc– ción de sus misiones, ya por haber sido expulsados los misioneros españoles, que eran la casi totalidad, cuando no sacrificados al furor de los revolucionarios, como los Vf'inte capuchinos fusilados por orden del Libertador Simón Bolívar, a orilbs del río Caroní, ya también porque la madre patria no se cuidaba de ddt>nder los derechos de sus misioneros. La Iglesia, sin embargo, conservó, Pn cuanto pudo, sus posi– ciones y no retrocedió sino obligada por la violl·ncia o la falta de misioneros. 571. :Métodos misionales en esta época.--Abarcando las mi– siones en esta época dos clases tan diferentes, como las que se t>jercían entre los herejes protestantes y entre los infieles, fácil– mente se comprenderá que el método de misionar habría de ser muy diferente en ambas circunstancias. Así vemos que en la predicación a los herejes, los misioneros católicos, más que anuncinr las doctrinas de su religión, se dedi– caban a refutar con las armas de la polémica los errores de los herejes. Por Pl contrario, los misioneros entre infieles hubieron de adoptar el método único en semejantes casos, que es el de ins– truirles poco a poco en las verdades de la religión con palabras sencillas. l T na de las cosas que más movían a los indios a abrazar el catolicismo era el ver el interés que ponían los misioneros en su bienestar material ; y más hubiera sido el fruto de esta buena voluntad, si el mal ejemplo de muchos de los cristianos europeos que vivían entre ellos no lo hubiera impedido. De aquí se dedujo la nPcesidad, o, por lo menos, la grandísima conveniencia de no admitir en país de misión sino cristianos ejemplares. Acerca de tolerar las costumbres nacionales de los pueblos convertidos se vió patente en la India y China el buen resultado que puede dar, para atraer gran número de paganos al cristianis-

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