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CUARTA PARTE. SEC. I. - CAP. YT. - ART. VII :\In ÍC\Jl.O \'11 MISIO"iE!-i DEL JAPON Y COREA 3flD 557. Bibliografía.--C. 13.\\LE, S. J.: Un siglo de cristiandad en el Ja– pón, Barcelona-1\Iadrid, 1935.--CARY : A I-listory of Christianity in Japan (1549-1909), 2 vol!., London, 1909.-L. FROIS, S. J.: Relación del martirio de 1909, 2 vol!., London, 1909.-L. FROIS, S. J. : Relación del martirio de los 26 cristianos crucificados en .Vagasaqui el 5 de febrero de 1597. Ed. R. G,\LDÓS, S. J., Roma, 1935.-G,mcfA GARCJ'.:s: Relación de la persecu– ci;i,1 que hubo en la Iglesia del Japón, Madrid, 1625.-HoLZAPFEL: l'.!anua– le I-list. Ord. Fr . .\fin., p. 480-485.-MONTALBAN: Ilist. de las Mis., p. 315- 331.-L. LEM:IIEKS: Geschichte ... , p. 155 y sigs.-Lrno M. PEDOT, O. S.M.: S. C. de Propaganda Fide e le Jl1ssioni del Giappone (1622-1838). Studio storico-critico .mi docu111t?nti dell'czrchi·viu della stessa S. C. ed altri archivi ruma11i, Vicenza, 1946.--L P{:Ri:z, O. F. l\I. : Varios artículos sobre las misiones franciscana, en Asia, en :lrchiv. Franc. Hist., t. I-VII, y en Ar– c11i'é'. Ibero-American<', t. 1-XXIX.-SH ARDO: Cristiandad del Japón y di– latada persecución, 1\fadrid, 1698. 558. San Francisco Javier tropezó al principio, en la evange– lización del Japón, con la oposición de los hon 10s, t'srwcie de sacerdott's paganos que pasaban, al mism(l tiempo, por los inte– lectuales del país; pero, cuando logrú, a funza tk razones, y, sobre todo, ayudado de la gracia de Dios, convertir a dos de los más prin_cipales, muchedumbre de pag·anos, imitando d ejemplo de sus bonzos, abrazó el cristianismo, teniendo el Santo el con– suelo de dejar, a su partida dt·I Jnpún, una Iglesia floreciente. El P. Cosnw de Torres y el H no. Juan Fernández, que habían sido compañeros del Santo en sus tartas apostúlicas, prosiguieron trabajando, después de su salida, recibiendo bien pronto el re– fuerzo de nuevos misioneros j(•suítas, entre los qu,· son muy dig– nos de rriención los PP. Barreto, Aln1eid,1, Gago, Coelho, Frois y Villela, que· consiguinon con su gran celo convertir a muchos principales bonzos y aun a los reyes de Ormura y Arima, cuyo ejemplo siguieron multitud de paganos. El P. Cabra! tuvo también la dicha de convertir al rey de Bungo, Civandono, quien, a su vez, se convirti<'> en apóstol de sus súbditos, prog-resando el catolicismo desde entonct s en tal grado, que, al poco tiempo, había ya en Japón más de cien mil católicos, especialmentP en la ciudad de Nagasaki, donde los jesu"{tas cons– truveron su primera residencia.

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