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394 LAS .MISIONES EN CHINA IDEM: Il mappamondo cínese del P. Matteo Ricci, S. ] ... , commentato, tradotto e annotato da! P. P. D'Elia... Citta del Vaticano, 1938.-IDE~I : Fontí Ricciane, Dor11111entí oríginali concernenti Matteo ]?.icci e la Storia del/e f>ri111e re/oc;ioni tra /'Europa e la r:ina (1579-1615), Pditi e commentati da P. D 'Elia, vol. l, Sto ria dell'introdu::;ione del Cristianesimo in Cina... , part. 1, Roma, 1942; Storw dell'introduzione del Cristianesimo in Cina, part. II, Roma, 1944.--A. Ln:NAY: Histoire de, .1{issions de la Chine, 3 vol!., Vannes, 1907-1908.-0n. ;\L\As, O. F. l\L : Cartas· de la China, 2 rnll., Sevilla, 1917.--PLANCHET: Les Missions de la Chine, Peking, 1935. L. Pi':!u-:z, O. F. ;\1. : Los franciscanos en Oriente, en Archi1•. Ibero-Ameri– cano, 1909-1910.-TACCHI VENTURI, S. J. : Opere storiche del P. lffotteo Ricci, 2 voll., l\Iacerata, 1911-1913.-R. STREIT-J. DINDINGER: Bibliotheca Jliss., t. VII, Aachen, 1931.-VATH: JoÍiann .4dam Schall van Bell, S. ]., Roln, 1933. 552. San Francisco Javier mu rió a las puertas <le! Celeste Imperio sin haber tenido la dicha de cumplir sus deseos de con– \ ertirle a la fe de Jesucristo. Pero sus hermanos en Religión se encargaron de cumplir su testamento. El P. l\Telchor Núr'íez fué el primero en poner sus pies en terri– torio chino, desembarcando en 1556 ,.,n Cantón; mas no pudo por entonces hacer otra cosa que tomélr posesión del Imperio chino en nombre de la Iglesia. Más tar<le, los PP. Ruggieri, Sánchez y Cabra! comenzaron en serio la evangelización del país, con éxito extraordinario, so– bre todo después que el P. Cabra! logró convertir a uno de los más célebres letrados, lo que movió a muchos del pueblo a seguir su ejemplo. El más célebre misionero de la China en aquel siglo fué el Padre -:\1ateo Ricci. jPsuíta, hijo de una noble familia italiana. Estp insign misionero r,reyó que podría grandemente influir en la conversión de los chinos. si lograba introducir la fe en la corte imperial, para lo que se dirig-ió a la capital. que era entonces Pekín, con pretexto de acompa11ar a un mandarín. Una wz en Pekín (1601), bien pronto llamó la atención de los sabios rhinos por su ciencia y por la perfección con que hablaba su idioma en PI quP escribió varios libros científicos y de con– trnversia. Habiendo todo esto llegado a oídos del emperador, quiso ver de cerca al sabio t'Uropeo, quedando tan admirado de su cien– cia, que le colmó de honores, le nombró jPfe de los sabios de su corte y le encargó numerosos trabajos científicos. El P. Ricci se aprovechó de r~ta benevolencia del emperador para propagar su

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