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TEHCEHA l'c'cRTE - SEC. III. - CAP. III. - ART. 11 33G túrwa de íos miembws y el ej,·mplo con:.tante de mntrimonios cris– 'Íanos de buci:a.c, rdaci, ine:; dum{:st :,:as. En algunas partes los hijos sienten amor intenso hacia sus rnadn"s. Excrlente c11alidad que s,, dehe aprovechar para incul– ¡•arles el amor y ln denic;é,n que deben profesar a la l\Iadre espi– ritual de los cri:,;tianns. !a Yirgen Santísima, cnn cuya protección íilJtt:ndrún gracias 1 '..;peciaks para la familia. 461. 3_ Infantkidio.-El infanticidio causa verdaderos es– tragos en algnnos pGíses, sobre todo en China. La moral atea del etJnfuciomsnw. ¡,l culto -;upersticioso de los antepasados, el des– precio con r¡ue s•· mira a la mujer, el prejuicio de que el nacimien– ro de h:::mbrns "S impe<limento parn el nacimiento de varones, la pobn,za y necesidades fí,,icas, de. son causas de tantas víctimas como se roban cruelmente a la sociedad. De aquí la apremiante neces{dad de favorecer y propagar la Ohra de la San1a Infancia pan, salYar Psas :ilmas inocentes. 462. 4. La esclavitud.--Es otro fruto df'l paganismo egoísta _ de,;pótico. Su origen está en el abu~,,J de la fm:rza. Los débiles suu absorbidos por los fuerte,-;. La f11erzd civilizadura de la Iglesia ha tratado siempre <le :,:u primi r la esd:n-itud y defender las legíti– mas libertades del humbff; :~in embaq;o, t'XÍ:-,te todavía en algunos países. l·n misionero ec,cribía dé•sde Tanganik,l, en 1889: «Veo desfilnr ante mis ujos 300 esclavos; no pac;a día sin que centenares de estos infelin:s sean depmtados a la América del Nortc.i> Y el Cardenal Lavigníe cumputab;, i:n unos 400.000 los desventura– dos que se lanzaban al rnNcado púhlico (21). En Borneo, Nueva Guinea, 1\Iclancsia, Polinesia, '.\Iicrnnesia, Australia y otras re– giones cc,ntinúa todavía esta opresión. Es evidcnfr que esa multitud i1wrmc no se podrá evangelizar ni traer a la verdadna libertad de hijos de Dios sin conquistar pri– mero a los opresores o bien substrayéndola a su despótico domi– nio. ¡ Cuimtos esfuerzos y cuánta,, , nergías tendd 4ue gastar el misionero para conseguirlo ! Cosa parecida sucede con la mujer entre los mahometanos y paganos. Se la cunsidt·ra mmo ser inferior, sin prestigio, sin dig– nidad, sin n·spl'to y sin derechos jurídicos. Su condición t'S de siervn o esclava. T-.:egados sus derechos y su libertad, l cómo es posible convntirla sin consentimiento dP su dueño? Degenerada (211 Cfr C. CAHM1NAT!, O. e., p. 191.
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