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332 DE LA:" DIFIC(:ur.\DI<S PSICtJLm;rc.,s dotes lw,-hicerus llamadus f1 ii,!n.,í,i:;, a Pl!Í,·!H'S s1· 1·p11fia la tutt'la del fetiche dt• la tribu, en el ca~" ,nw ~t·nrec;ente un;i divinidad l·en¡;vola; ,,n t·l caso contrario, t;p;1,: ,.¡ po~ 1 l'r ck de"í ··uirla. En el Afric.: Central la !ivchícc-ría frticliisw· ln IL·u·.rd,1 al tabuísmo. Tndns d,·hen n•c;¡wtar al animal ft•tidw, y cualq·t~i,·r ~;énern de vio– lt·nr1a contra él sería casti:-'.'atÍo con \;; rmwrtc. Al ladu de los saccr– dr1t1·s se cnc,Kntr;m comúnnwnte las sac,"nlotisas. cunc;idt,radas cum() iJmnipott·ntes; tknen di,.·er,-;o,; oficios, según \cis p:1ís1·s. Lo rnús corri,·n1r' ec; dedic:1f';p a !a brujería v :1clivin;:ci6n. S;dt:i a la Yis1:1 ,,] inflt!jo qtw tndos (•c.n•~ sacndo1t'S, Ji, cl1ic.·r,.s, bruia;:; o sacerdnti.c:;1s. cnmo quiera qu,· c:e llamen, PÍerc1".1 sohrc los Í[.;!10- rantt's rndíg1·11:b (15). Su accÍ1ÍJ7 sum,,mcn:,, n, :':t 0 ·.t:, P'.~ un impc– dinw!1tn prm! l;1 prnp;igación del catolirismo. ; C\'.nno ln~-rad. el Til!SÍ(J!lPrn COJ1\'f'l1Cl'r ;; los ÍL;nnr;intes de todas 1•:-,;¡c; imvosturns? ;, (._!ut' 1iposic:1·rn n c¡uizú ¡wr:~1·cuci,,:1 110 suscitnr/,n nin[ra él los q11t' y•¡,;cn :1 r•::;.rwn::;1s de Jns simpl,·1ac; de los dcm;í--:, temiendo ser d1:scubii•ri;,c; :' En 1,rimer 1w::~ar. el misinrn·ro deht· i~aria,st· las s1m– patfr1~; de 1nc: l'lenwntos iníluyentc:•, declarar!, s :os Pngnfíoc; y su– pr>rchcrhs en que vivPn, el incumpli:nknto ,k las predicciones, la 1nsuficicn¡·ia di· !ns causas \' r1 iernor inane a los eli·nkntos. En caso de nna rPSÍstencia hostil, convendría ir separando poco a poco a b m·iltitud d,: los imposinrvs, hacióndolt", imposible su i.:;éncro de ,-ida o aisl:índc,lt's ];, posible. El eicrnplo edificante drl misimwrn cn(ilico, su desinte,-{":;, el c,·lo por su bien corporal } espiritual, rl Psplendor del ,·rrcl:ídern nilto, la pornp<1. de las ceremonias sagradas y s:1critii:ins dP nnest ros altaH's paulatina– mente irán arrastrando a los indígenas hacia ('¡ sacerdote ,: iglesia dP la Misión católica. 458. 8. La inconstancia.- -A un después dP cnnseguida la conversión de un indí~;en:1 no ht(1 tndn hcd10. Al principio en– contra:-á dificultad1:s para obscn-;ir el decúlngo, las ley•:s eclesiás– ticas y las prfl('ticas religiosas. Habituado, quizá, a una ·\'ida errante, nómad~1 y salvaje, lihn· de ttJdn lr~y en sus instintos y pasiones, es natural que sienta las luchas interion·s <lel hombre caído y vicioso. El ejercicio de las virtudes será penoso, se verá como transportad,) a un mundo mie,:o, para él rksconocido. A todo eso se junta la natural inconstancia dP los indíg1·nas en algu– nos países. princirialmente meridionales. 1, Qué hacer? ¿ Dejar el campo abandonado? No, de ninguna (15) Cfr. CAR~!!!,ATI, º· c., p. 143 y sigs,; Dt:FmiTE~:Y, o. c., mayo 1928, p. 123,

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