BCCCAP00000000000000000000631

TF.RCER.\ P.\HTE. ·• SEC. L CAP. VIL ART. IL · § II 233 hrC' los niños velan !os ángC'les r¡ue ven a mi Pa<lre que está en los cielos. Lo que hagáis a uno de estos pequeñitos lo consid,,raré corno hecho a Mí mismo. nuicn se atre11a a. escandalizar a mw de estos pequeñnclos, más le 7,a/iera que le atasen 1tna rueda de molino al cnello y lo arrojasen al fondo del mar (2). ~iuchos son los pasajes del Evangrlio que demuestran la ternura que J esi'is tenb a los niños. Este concepto divino de la nifü.>z ha sido el ins– piwdor de los sacrificios v empresas de la Obra dt> la Santa In– foncia. 314. Origen.·- -P(lr los años de 1785 nada rn París de una familia militar Carlos Augusto Forbin-Jasson. Llamado por Dios al estado san'rdotal, cursó sus estudios en el Seminario de San Sulpicin dr París, donde fm~ ordenado sacerdotr en el 1811. Luego se ,onsagró al apostolado, que fcjrrdó rnn celo y éxito; v a los diez años de trabajos y fatigas fué consagrado Obispo de Nancv. Mas los acontrcimirntos políticos de la época le ohliga– rnn a abandonar a stt patria v embarcarse para América, donde ,,n,nntr<'i ancho campo para su ardiente celo. Desde su juventud tuvo intenso amor por las misiones de China v sentía honda pena por los niños que sistemáticamente Pran matados o riban<lon:idos. Tal sentimiento le hizo concebir 1;1 irir-a dP salvar la inorr-n,ia D:1[::rna nor mPdio de la inocencia rristiana. El reloso Obispo h:ibló ron Paulina Jaricot, que va hnhía nr-nsado también en Pl mismo problema. Aouellas dos almas se entendieron v se comncnetrarnn. Dios bendijo sus anhelos v dNrrminarnn la Santa Infancia, (llle empn() su nctivi<lad Pl 1842. A partir CTt' rsta frrl1a el santo Obispo Pmpezó a trahajrir por nr,ranizar v rxtrnclPr su Obra. Fué a TV1gicri, v los reyes le pres– tnrnn ~11 npovo. Volvió nP 1111Pv0 a Parfs, v rProrrió el medincHa de Frnncfo ; dos años clesp11és, en el 1844. cuando se disponía a realizar s11 :1cariciacl:1 idr:1 de ir a h China, Dios le llamó para sí, a fin de recomnrnsar su crlo con laureles de inmortalidad. El murió. pero su Obra sobrevive e~dPndida nnr todo el mundo, apro– hnda v bendecida por !ne; PrPlados de la Iglesia v por los Romanos Pontífi,rs Gregario XVI, Pío IX, Le>ón XIII, Pío X, Be>nedic– to XV, Pío XI y Pío XII, quienes con paternal bondad la han ala– bado y recomPnda<lo rn,arr,i<lamentP. Pío XI. rnn el Motu Pro- (21 Jfo!h., XVIII, 6; Marc., IX, 41.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz