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212 DE L.\ FOIDL\CION l\I!SIO:'¾EHA fines, sobre todo, estableciendo una cátedra de 2\1 i~;iurl()!ugía en la forma que luego diremos. ((El tt,ma misional ---dice el P. Silvestri---- Sl: adapta admir,,– h'•·mt'llíe a las profundas meditaci(Jnes ch: la Filosofía como a los "''iH:iii, ,,, trabajos de ,·st mlios eknwntalt>s. La Ct'(1gTafía, la II is– turia, la Ext\;·,·sis Bíblica, b Tt'idt,gia, la l·ilus()fía y, en gen,·– ral, todas las ci(•ncias pneden tratarse desde un punto de Yista misional cnn gran aprm·cchamÍ('llto de los mism(ls estudios. Pl,r lu cnm1Ín se dedican muclias lwra:; al estudio de la I Iistori:1 Eck– siústica ele los sig·los pasadu-,; pero nu :-,é qu,· sc estudie cun igual amplitud la historia de los lu:rnicns l'Sfuerzos lwchos por la Igle– sia en el tnreno de la evangdizaciún durante el pasado siglo y <le los c¡11,· sigue haciendo lodavía. Se gast:, mucho tiempo l'n liere– jías ya olvidad:1s y de las cuales apenas si nos ha qtwdado el nom-– bre; pero, ¿ conocemos tan a fondo las herejías y desvü1Ci 1 llit'S doctrinales modcrn:is. ,- lo mucho q1w trnhajan p()r arrancar de la Iglesia el imperio cíe las al~11a,; 'f El ¡•studin Y conocim't·11!0 de In pasado es erudición; d estudio de lo presente sería, ademús, vida. ¡ Qné horizontes tan nuevos y tan amplios se abrirían ante los ojos de n11Pstrns j6n·nes, si se estableciera una cátedra de mi– siones en nuestros seminarios! j <Jné erudiciém tan lwrmosa y a la vez tan útil nn produciría en nm,stros jóvenes estudiantes! ¡ Y cuánto no g·anaría el espíritu al encontrarse con ese verdadero manantial de las nobles aspír:iciones ! )) (4). ' 288. e) LAs CO:'-iDICIONES FÍSIC\s.-La S[dud ('n !(1'; aspiran– tes a las misiones es una cosa necesaria; porque t'! mejor C('l() apos– tólico resultaría in útil, si faltaren las fu,,rzas 11 ('Cf's,irü1s para la acción. Pero no convient' exag-erar ('ll t•ste punto. ni svr <kmasia– do pusilúnirrn•s. Para ser misiurn•ros no es necesario s,T robustos como H{·rcules; hastn gozar dt' las condiciones norn1alPs de la vida de un hombre ordinari:1nwn tl' sano. La prudencia y el con– sejo dt'ben evitar los extremos d,· cnhardía o temeridad. Bi('.n St'. podrú hacer difrrencia de regio1ws pocn ciYili,n<bs C' insanas; de climas extremados y de !as condir·innes Jqcales y personales espe– ciales; pero no conviene olYidar que el hombre, con hul'na yn]un– tad y con verdadero cPln, disponP de una grandi' capacid;id clt· adaptación. (4) Cfr. P. SILVFSTRI-PA~!PLONA, O. C., J), 27; P. MA.NNA, o. c., p. 234.

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