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P!U:.\Il~RA PAHTC · CAE IY · \RT. III 153 ;ip0stola(lo misi(lnal una dP bs fum:inni,s ,·ital,,s de 1:i lgh",Ía; pertenPcPr;Í ,i b jerarquía, nn ;1 J,,;, simples fieles. RPspondiendn ;i est:i t>l,jeciún, t¡lH' sustanc·ialnwntP es ri'¡,Pt icir'n1 de h pn,c¡,dpntP, rlPcirno'- que Pl ¡lesarrnlln de un ur,c:;anismo no es func-i.-,n il<' al1~una de sus partPs, sino de tc,das y cada una; dP la misma ma1wr,i el dehPr de pnwur;¡r ,-J d¡-•-,;•, rollo y Pxil•nsiún de b Iglesia incumhP ;1 todns sus rni<•mhros ,,in disiirwit',11. "Tod,1 sPr-- dici, p\ P. CharlPs obra Hl 1·!!:llltn r>st{t en ;ictu, , 1-stú en acto por su forma. En un tudo, que no P, :ic,·id<'n- tal, sino la forma de las es !ambi,·n la f¡,rrna dr·l tndo. L:i forma ti ,dn es, 1•\ i.Jr:ntenwniP, quP dPhP Li ¡wrf, ,-rión ti!' "SP t(1do. S,, si,(tH' que la, par(ps t!P un !rnln jh1r su 1nbma forma, dd,en procurar t:1mhir"·n la jlPt fpcc10n dPI Ahora hiPn: en todos los ;¡gpntps lil,n•, !:i rwce,:idad ,!(. obrar ,;,, llama LuP,~o todos los rniE•mhrns df' "'" tr>(!O que '" llama I;~lesia, tif•1wn la ohli1 1 ·ación dP procurar la pprfPn-it',n ¡J¡, b misma r n modo q11P su cre– cimiento v desarrollo, h:1,ta lle:~ar a bs dinwnsi01ws normales. Esto "hj,,lo dP la actividad misinrwra" (20). 3.ª Fn algunos países católicos se constata una disminución crerientP dP \'Oc:wi"nPs ecJ,,siástica,; si a las ¡Hwas que pprma1wcpn se ahrP el c:1 · rninn para las misiones, la grev quPrlar/1 sin pastorPs. Esta nhjr-dón nn tiPnP valor pdcticn. Si,.;uiendo Pste rdt,•rin, loe; Ap<',s– tole;: nunca habrían salidn dP Palestina. La prirnPra m",Psid:1d es PstablPc!'1· la Iulpsia sobre la tiPrra, y Dios hadt germinar las voc,wi,mes. Por 1111:1 q1w q, da para las misi,,iws, Dios suscitad otras muchas, como pst{1 de– mostrarlo por la ex¡wriencia. Los dos grandes Pontífices de las misiones, BenPdicto XV (21) v Pío XI (22), han respondido suficientPmerite ;i_ esta ol,jp¡·i<'in, y no hav n;otivn para insistir más pn ella. 4.ª Otros rlir·en: Las misiones las trnemos ; porque las rnndido nes religiosa', y morales dP Europa y clt: otrns que dicen c;itólif'os no son mpjores que las de muchas n•giorws de misionPs... No hay duda qu!' el ateísmo, el indifen"11tismo, la irrPfü_;iosidad, efr., in– ,·ad!'n las nadonPs rat61irns, especialmente Pn las _,;randes metd,polis. No n!'[;arnos la necec;idad de trabaj:1r en este campo para la con,·f'rsi6n y sal– , ad6n de las almas; pero hemos clP tener presente que el fin específirn de las misiones ps PstahlPcPr !a Iglpsia, a fin de que todos los homhrPs ,!ispongan dP los medios necesarios y ordinarios el~, s::h'arión. En los países rlonde va estfi estahlerida, los hnmhrPs nn careeen de este mPdio, v dPpendP ele su libre'Yoluntml el areptar1o o no: mientras Pn las regiones, donde to– davía no ha plantado ni dPsarrol1;1do, carecen de {,J. La salvaci6n de los hombres, por vía ordinaria, tienen qup venir de la Iglesia; luego es necP– sario han,rla llegar a todos. 5.ª En muchos países o fec. 1 iones católi¡-as hay muchas necpsidades económicas para la T ,;lPsia, PI culto, la,· obras asistencia!Ps, Pl pauperismo y la desocup::dón <TPCÍentes; ¿ por qu¡: Pxigir todavía la coopera– ri6n para las misiones Pxtranjeras, cuando los fieles están tan agobiados ron las exigencias Pc·onómicas apremiantes del propio país? (20) lbld., p. 167. (21) Cfr. Maximum illud, 1l.ct . Ap. Sed., 1919, t. XI, p. 452-453. (22) Cfr. Ucrurn Eccl., Act. Ap. Sed., 1926, t. XVIII, p. 70-71.

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