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que levantaron numerosos monasterios en Europa y los trans– formaron en centros de apostolado. Art. 2.-SEGUNDO PERIODO: MISIONES DE LAS ORDENES MENDICANTES EN EUROPA, ASIA Y AFRICA. 174. Además de la Europa, en este período se abrieron tres grandes campos de apostolado: 1) El campo pagano, que se ex– tendió por el Imperio mongólico, la India, la China y el Japón; 2) el campo islámico, que se extendía principalmente por Africa septentrional; 3) el campo disidente del Oriente, que rompió los vínculos de su unidad con Roma. 175. Dominicos y franciscanos.-EI espíritu misionero se había mitigado en los siglos X, XI y XII, pero recibe nuevos alientos y refuerzos con las dos Ordenes Mendicantes de Santo Domingo y de San Francisco de Asís. Son como dos ejércitos aguerridos que se lanzan llenos de fervor evangélico a la con– quista pacífica del mundo para Jesucristo. 176. Santo Domingo (1170-1221) trabajó con celo infatigable en la conversión de los albigenses en el Sur de Francia; San Jacinto, en Rusia; en Palestina, Persia y Armenia, Franco de Perusa, Bartolomé de Bolonia, Andrés de Longjumeau y otros muchos dominicos; Guillermo de Trípoli, entre los sarracenos; entre moros y judíos, San Raimundo de Peñafort, que se esfor– zó por la fundación de colegios para la formación de misione– ros. Por su consejo escribió Santo Tomás la famosa Summa con– tra Gentes. 177. Los franciscanos IIÍguieron las huellas del Serafín de Asís (1182-1226), quien llevado de su ardiente celo por la salva– ción de las almas vino a España con intención de pasar a Ma– rruecos; obligado por una enfermedad, regresó a Italia; poco después pasó con los cruzados a Oriente y llegó hasta predicar al sultán de Egipto (1219). Sus hijos San Bernardo y compañe– ros recibieron el martirio en Marruecos (1219); otros cuatro en Túnez (1227). A los franciscanos se debe la custodia de los San– tos Lugares, donde fundaron muchos conventos, sufriendo fre– cuentes persecuciones por parte de los turcos y árabes, regando 71