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31. Sus viajes apostólicos.-Lleno de celo por la salvación de las almas, recorrió varias regiones de Asia, Grecia e Italia, Y quizá se llegó también a España, según defienden algunos autores. Se señalan tres viajes misioneros de mayor importan– cia: Primer viaje: Pablo y Bernahé fueron a Chipre y visita. ron Perge de Panfilia, Pisidia, Iconio, Listria, Derbe y otras ciudades. Predicaban en las sinagogas a los judíos y a los gen– tiles. En el segundo viaje se dirigió con Silas a Derbe y Lis• tria, donde tomó por compañero también a Timoteo, y luego, en Troacle a Lucas, médico. Pasaron a Macedonia, Filipos, Tesaló– nica, Berea, Atenas, Corinto, regresando por Efeso y Jerusalén a Antioquía. El tercer viaje lo hizo por Galacia y Frigia. Lue– go a Macedonia, Troas y Mileto y Jerusalén. Acusado y hecho prisionero, apeló como ciudadano romano al César. Después de una penosa travesía, llegó a Pozzuoli y Roma, donde estuvo dos años encarcelado. Puesto en libertad, según una opinión muy probable, vino a España, y desde Iberia regresó al Oriente. Lo hallamos de nuevo en Roma, donde fué decapitado el 29 de junio del 67. 32. Características.-El Apóstol de las gentes fué eminen• temente universalista y extendió su apostolado a toda clase de personas. Buscó los lugares más estratégicos de aquel tiempo, como Antioquía, Tesalónica, Atenas, Corinto, Efeso, Roma, etc. Con admirable flexibilidad supo adaptarse a las circunstancias y a las personas, haciéndose todo para todos a fin de ganarles a todos para Cristo. Estaba dotado de ingenio, poseía vasta cultura judía y griega y era de carácter fuerte, constante y ar– diente. Se distinguió por su amor a Cristo y al prójimo. Tenía corazón de madre para con sus hijos en la fe. Se sacrificaba Y no se daba descanso por todos y tenía solicitud por todas las Iglesias, omnium Ecclesiarum (36). Fué un verdadero modelo de misioneros de todos los tiempos. Pudo muy bien decir: «Sed mis imitadores, como yo lo soy de Cristo» (37). 33. Escritos.-Anunció el Evangelio con trabajos Y fatigas, y extendió su ardiente celo a los ausentes y futuros por sus escritos, que son la manifestación de su espíritu y de su carác– ter. Su lenguaje es penetrante, robusto, conciso, profundo, mul- (36) 11 Cor., XI, 29. (37) I Cor., XI, l. 22
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