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dimir a su pueblo; pero, viendo frustrada su misión, cambió de parecer y la extendió también a los gentiles (9). 4." La doctrina católica afirma que Jesús es Salvador uni– versal, que es el primer misionero enviado por el Padre para todos los hombres. Su vida, su apostolado, su doctrina, abrazan todas las gentes, sin límites en el tiempo y en el espacio. En los Evangelios se nos habla, repetidas veces, de una misión recibida de su Eterno Padre, que, substancialmente, es siempre la misma: la salvación eterna de la humanidad culpable. Por San Juan nos dice: «De tal manera amó Dios al mundo, que le dió su Unigénito; para que todo el que crea en Él no perezca, sino que obtenga la vida eterna. No le envió para juzgarle, sino para que se salve por Él» (10). «Esta es la voluntad de aquel que me envió, que no pierda uno de todos los que me ha dado» (11). Murmuraban los fariseos de que entrase en casa de Zaqueo, publicano, y el Divino Salvador respondió: «Hoy ha venido la salud a esta casa; porque él también es hijo de Abra– hán. Pues el Hijo del Hombre vino a buscar y salvar lo que había perecido» (12). Entrando en la ciudad de Cafarnaún, se le presentó un centurión y le dijo: «Mi siervo permanece pos– trado en casa paralítico y es atormentado.» Y Jesús le dijo: «Yo iré y le sanaré.» Pero el centurión, que era gentil, lleno de hu– mildad, le respondió: «Señor, no soy digno de que entréis en mi casa.» Viendo Jesús tanta fe, exclamó: «Verdaderamente os digo que no he hallado tanta fe en Israel. Muchos vendrán del Orien– te y del Occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos» (13). 21. Su vida y doctrina.-La misión universal de Jesús apa– rece clarísima en toda su vida y doctrina. En la Anunciación se le da el nombre de Jesús, es decir, Salvador (14). En la Epi– fanía se manifiesta a los gentiles (15). Simeón le llama Luz para (9) Cfr. VrTTr, S. J., Gesü e l'apostolato missionario, en. Teología e missioni, pp. 141-142; Roma, 1943. (10) Joan., III, 16-17. (11) lb., VI, 39. (12) Luc., XIX, 10. (13) Matth., VIII, 5 y s!gs. (14) Luc., I, 30. J 15) Matth., II. 17

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