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92 DR. P, pfo !\f,ª DE MONDUEGANES, O, F. M. CAP, efluvios de su misericordia y de su amor, o los rigores de su justicia vengadora. Ni la sociedad ni el individuo olvidan impunemente los eternos principios de la moral; cuando lo intentan por el aliciente del interés, tarde o temprano se pierden, perecen en sus propias combina– ciones. El interés que se erigiera en ídolo se convierte en víctima. La experiencia de todos los días es una prueba de esta verdad; en la historia de todos los tiempos la vemos escrita con caracteres de sangre. Y si esto sucede aquí, donde la sanción es temporal e imperfecta, ¿ qué sucederá en la inmortalidad, donde la esperamos per– fecta y eterna? Lo iremos viendo en las siguientes carlas. Mientras tanto, piensa en serio esas cosas durante el san– to tiempo de Cuaresma y contéstame pronto lo que quieras. Te saluda tu afectísimo amigo y siervo en Cristo Fr. Pío.
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