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CAPÍTULO IV LA OBLIGACION MOR1L Mi estimado amigo: Muchos y muy variados son los efectos que manan necesariamente de la ley, pero el pri– mero, más inmediato e importante es, sin duda alguna, la obligación moral. De ella te prometí hablar en ésta, y, como lo prometido es deuda, cumplo con gusto tni pa– labra. Ya sabes, mi campo predilecto es el filosófico, cuyo objeto es buscar siempre la razón suprema y últi– ma de las cosas, por esto trataremos la cuestión en su origen. Espero no te desagrade, pues te precias justa– mente de. ser culto y leído. La obligación, etimológicamente considerada, se de– riva del verbo latino obligare, que significa ligar, unir una cosa con otra de un modo permanente, estableciendo así entre las dos una relación de mutua correspondencia. La etimología está conforme con el concepto real y filo– sófico, que nos indica la subordinación de una persona a otra, un límite que no puede traspasarse sin respon– sabilidad, un vínculo que ata al imperio ajeno, una ne– cesidad moral que determina a hacer u omitir determi– nadas acciones. Esta imperiosa necesidad evidentemente que no es física, como es la del astro rey que sigue su determinada órbita y nos alumbra con sus lumínicos y esplendorosos rayos; ni instintiva como la del ruiseñor,

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