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CAPiTULO III OBSERV.A LOS ftfr1NDA.MIENTOS Mi querido amigo: Te he dicho que la voluntad de Dios es el único camino recto y seguro para conseguir el fin supremo, el único haj el que nos trasladará sin naufragio a las playas eternas de la felicidad. Dios, próvido y bondadoso para con todas sus cria– turas, mnnifestó de una manera singularísirna sus mj~ sericorclias con el hombre, criatura predilecta, en cuyh. frente fulguró la luz esplendorosa de su divino rostro, dándole noción clara de lo bueno y de lo malo, de lo justo e injusto, de lo lícito e ilícito, de lo honesto y des– honesto, de la virtud y del vicio, de la hondad o malicia moral de sus obras. Grahó con caracteres indelehles, en el fondo de su conciencia racional, los primeros princi– pios del orden moral que, como otras tantas indicacio– nes lapidarias, le van enseñando la escabrosa senda que conduce a la dichn, hnjo el variable manto de difnentes acciones con que cubre la trayectoria de su vida ética. Esta participación de la Ley eterna en la criatnra racional, este eco de la voz divina que se percibe cla ... ro y sonoro en las intimidades del corazón, es lo que 11ammnos Ley divino-mitnral, cuyos dictámenes son las normas de nuestra conducta, las bases del orden indi~
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