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CAPÍTULO II C.4MINO UNICO Mi querido amigo: Te dije en la anterior que hay un solo camino, seguro y verdadero, para conseguir nues– tro último fin; si nos apartamos de él necesariamente nos veremos privados de la felicidad suprema. Con so– brada razón me preguntas: ¿Cuál es ese camino único que nos pone en comunicación con el sumo Bien? Este no es, ni puede ser otro, más que el exacto cumplimiento de la voluntad de Dios. Ella nos dice por dónde debemos ir; los escollos peligrosos y males que tenemos que evi– tar; lo que es necesario hacer para promover 1a gloria de Dios y encontrar nuestra eterna felicidad. Como ensefia la ética cristiana, la esencia divina, bondad infinita y equidad suprema, es el fundamento y la razón última de toda ley y de toda ordenación; por ella el entendimiento y la voluntad de Dios ordenan, mueven, rigen y gobiernan los seres todos de la creación. Con número, peso y medida disponen de todo cuanto en el universo existe. Los cielos, la tierra, los infiernos, los seres visibles e invisibles acatan rendidos sus órdenes; no hay nada que pueda resistir a su voluntad soberana. Esta voluntad de Dios, intimada en el tiempo a las obras de st1s manos, según sus naturalezas necesarias o libres, es su ley eterna que nos manda observar el or- ó

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