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CAPÍTULO Pilll\IERO. BUSCi1 TU C.AJ1IXO Mi querido amigo: Cuanto llevarnos dicho en las an– teriores cartas creo que será lo suficiente para darte a conocer el fin supremo del hombre. Como brevísima– mente hemos visto, éste es doble: uno extrínseco, prima– rio, que es la gloria de Dios, creador, árbitro, dueño y señor de todo cuanto en el universo. existe. Otro intrín– seco y secundario, que es la felicidad completa y per– manente del hombre, rey de la creación. Estos dos fines, si bien abstractarnente considerados y en el terreno me– tafísico pueden distinguirse, sin embargo, en concreto se identifican realmente, y en la práctica se unen tan ín– timamente que no pueden ni deben excluirse. Como es evidente, el objeto verdadero y único que constituye y realiza nuestra felicidad no le vernos en este mundo, no le contemplamos cara a cara, ni tenemos intuición directa de su esencia. En este valle de destierro no nos es dado unirnos a él inmediatamente, ni podemos poseerle, ni gozar de su infinita bondad, ni disfrutar de su incomparable hermosura. Le concebimos corno en lontananza, muy lejos de nosotros, en una región inacce:. sible a nuestra vida mortal. De aquí se sigue que ningún viador puede ser perfectamente feliz en este mundo, nin-

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