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54 DR, P. PÍO M,ª DE MONDREGANES, O, F, M, CAP, emoción exclamaremos con David: "Como 1o habíamos oído, así lo vimos en la ciudad de nuestro Dios" (2). 3. "Allí amaremos." La visión beatífica no es un co– nocimiento puramente abstracto, árido y sin interés; lleva consigo una fruición y adhesión perfeeta de la vo– luntad, cuya virtud se lanza, con toda la vehemencia ele que es capaz, al océano de la infinita bondad de Dios. Apenas su belleza incomparable se manifiesta al alma, la arrebata con amor puro, ardiente y fuerte que la une inseparablemente a sí mismo. La sucesión de los siglos y las eventualidades de las cosas no podrán separarle ni por un instante. Sin cambio ni disminución disfru– tará un placer nuevo, una vida siempre viva, una juven– tud sin vejez, una inmortalidad sin ocaso. El alma siem– pre con Dios y Dios siempre con el alma. Esta repetirá con absoluta seguridad: "Mi amado para mí y yo para Él; téngole, no le dejaré." Mi gozo es pleno, mi felicidad completa; me sacio sin hartura, me lleno sin hastío. ¡ Oh qué dicha y qué consuelo! 4. "Allí cantaremos." Los elegidos, al contemplar tanta grandeza y experimentar tanto amor, embriagados de júbilo, prorrumpirán en alabanzas a sns misericor– dias y bondades. En lodo el día y en toda la noche, no cesarán de alnhar al Señor. Con clrncas armonías cantarán un cántico misterioso y nuevo, nunca apren– dido y nunca escuchado, diciendo al Cordero divino: Vos, Señor, a todos nos habéis redimido con vuestra sangre, sin distinciém de tribu, de lengua, de pueblo ni nación, formando de todos nosotros un solo reino para nuestro Dios. A Él sea dada, pues la alabanza, la acción (2) Ps., XL VII, 9,
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