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52 DR, P, PÍO M.ª DE MONDREGANES, O, F. M. CAP, ----- El Vidente de Patmos, en su gran Revelación, clara– mente nos lo atestigua cuando escribe: "Yo vi la ciudad santa, la Jerusalén celestial. .. y oí una voz grande del trono que me decía: "Limpiará Dios toda lágrima de los ojos de los elegidos, y la muerte no los dominará más, y no habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, porque las pri– meras cosas ya pasaron y no volverán más" (1). Apenas el alma pase los umbrales de la eternidad experimentará un reposo nunca visto, una calma nueva, dulce y perma– nente, una paz santa, sólida y perfecta. Estará sin pesar de lo pasado, sin angustias de lo presente y sin temor de lo por venir, gozando de la plenitud del descanso eterno. 2. "Allí veremos." En efecto, contemplaremos las Tres Divinas Personas en una simplísima naturaleza con sus conexiones y operaciones, opuestas en las relaciones e iguales en las perfecciones, idénticas sin confundirse, distintas sin separarse. Entonces seremos capaces de conocer este misterio, es decir, la suma, la augusta, la eterna Trinidad de Personas en una sola naturaleza divina, y podremos ver con cla– ridad la eficacia del poder del Padre, los abismos de la sabiduría del Hijo y las bondades del Espíritu Santo. Aún más. Reforzado y elevado nuestro entendimiento por una luz especial, procedente del divino Sol, veremos cara a cara la esencia de Dios y en ella todas sus infinitas perfecciones: su bondad, su sabiduría, omnipotencia, eternidad, inmensidad y todos los demás atributos que a manera de rayos irradian al Ser pcrfectísimo por exce– lencia. Veremos lo que ahora nos parece opuesto y con- (1) Apoc.. XXt, 1-4.

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