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CAPÍTULO VII OBJETO DE LA FELICIDAD 4 l\fi querido amigo: Con gran complacencia de mi áni– mo leí tu atenta, en la que me pides continúe la materia de la bienaventuranza, que te agrada sobremanera. Siem– pre dispuesto a complacerte, pues para tu bien escribo, añadirc en ésta alguna consideración más a fin de que desprecies las cosas efímeras y transitorias de la vida y busques con verdadero interés y constancia las perma– nentes y eternas del cielo. l\1e preguntas con extrañeza: "¿ Qué harán los bien– aventurados en el paraíso? ¿En qué se ocuparán durante toda la eternidad?". A esto te responderé diciendo que allí descansaremos y veremos, veremos y amaremos, amaremos y cantaremos. Voy a explicarte brevemente estas palabras. 1. "Allí descansaremos." Una calma profunda sir– ve de vallado y límite a la mansión celestial; el reposo y la quietud absoluta imperan en su recinto, las fueutes de la tristeza y del dolor están agotadas para siempre. Allí no tienen lugar los trabajos y fatigas, las luchas y tentaciones, las angustias y los temores, las necesidades y perturbaciones, los peligros, enfermedades y muerte.
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