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BUSCANDO LA IiELICIDAD 47 En verdad te digo, amigo mío, que no puedo expre– sarte con la pluma lo que comprende la inteligencia y siente el corazón. Las cosas del cielo son mejores para contemplarlas que para manifestarlas con humano len– guaje, incapaz de expresarlas con exactitud. En los tres actos (conocimiento, amor y gozo) consiste, sobre todo, la gloria de Dios, que ha sido su mira en to– das sus obras, y al mismo tiempo en ellos consiste el bien más grande y la beatitud formal de los ángeles y <le los hombres. Por ellos los espíritus bienaventurados son in– finitamente elevados sobre sí mismos, y en su unión con Dios llegan a ser deiformes por una semejanza con Él, tan grande, tan perfecta, que la imaginación no podría concebir otra mayor. Así, como verdaderos dioses, bri– llan en toda la eternidad como los hijos de la gloria y esplendor divino. Por los mismos actos también se di– la tan en la inmensidad y sus proporciones; se aproxi– man, en cuanto es posible, a un bien tan grande, hasta poder comprenderle todo entero. No se detienen en lo exterior, corno si estuviesen limitados a la superficie, 8ino que pendran en sus profundidades y entran en el gozo del Señor, unos rnús y otros menos, según la can– tidad de luz de gloria comunicada a cada uno. Sumer– gidas en ese abismo se pierden con todas las demns co– sas creadas, porque todos los demús bienes y los demás gozos no les parecen nada en comparación de ese océano de gozos y bienes. Allí no hay para ellos ni tinieblas ni obscuridad, como las que ahora nos encubren In divi– nidad, pues todo es luz inmensa y claridad, aun cuando no sean capaces de comprenderla plenamente; allí está el cielo de los cielos, en cuya comparación toda la crea-

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